
Comprender cómo se estructuran los diferentes TRL y cómo se relacionan con los distintos instrumentos de apoyo público es esencial para cualquier startup, scaleup, centro tecnológico o corporación innovadora que aspire a captar fondos para su I+D+i.
¿Qué son los TRL?
La escala TRL fue desarrollada inicialmente por la NASA y ha sido adoptada por la Comisión Europea como una herramienta estandarizada para clasificar el nivel de madurez de una tecnología, desde la investigación básica hasta su despliegue comercial. Se compone de nueve niveles (TRL 1 a TRL 9), y cada uno representa una etapa específica en el ciclo de vida de desarrollo tecnológico.
- TRL 1–3: Investigación fundamental y pruebas de concepto (laboratorio, simulación).
- TRL 4–6: Validación de tecnología en entornos controlados y operativos (prototipos funcionales, pilotos).
- TRL 7–9: Demostración y explotación industrial (precomercial y comercialización plena).
Profundizando en los Niveles de Madurez Tecnológica (TRL)
TRL 1 – Observación de principios básicos
Qué es TRL 1:
Es el nivel más temprano de madurez. Aquí se identifican los principios científicos y tecnológicos básicos que pueden conducir a una nueva tecnología. Se trata de trabajo puramente teórico o conceptual basado en literatura científica o análisis experimentales preliminares.
Qué no es TRL 1:
No implica ningún prototipo, experimento concreto o prueba en laboratorio. No hay evidencia práctica, solo hipótesis o formulaciones científicas que aún no han sido probadas.
TRL 2 – Formulación del concepto tecnológico
Qué es TRL 2:
En esta fase se desarrollan aplicaciones o conceptos tecnológicos derivados de los principios identificados en TRL 1. Se comienzan a definir las características y funcionalidades deseadas, con algunos estudios preliminares o simulaciones sencillas.
Qué no es TRL 2:
No hay aún validación experimental o pruebas en laboratorio. Tampoco se ha desarrollado ningún prototipo tangible o demostrador.
TRL 3 – Prueba analítica y experimental de concepto
Qué es TRL 3:
Se realizan los primeros experimentos en laboratorio o simulaciones avanzadas para validar la viabilidad técnica del concepto. Esto puede incluir pruebas de componentes aislados o modelos a escala.
Qué no es TRL 3:
No se dispone aún de un prototipo integrado ni se ha probado la tecnología en un entorno real o representativo.
TRL 4 – Validación tecnológica en laboratorio
Qué es TRL 4:
Se desarrolla y prueba un prototipo tecnológico o sistema básico en un entorno de laboratorio controlado. Aquí se integran componentes y se validan sus funciones básicas bajo condiciones simuladas.
Qué no es TRL 4:
No se ha probado el prototipo fuera del laboratorio ni en un entorno operativo o representativo del uso real.
TRL 5 – Validación en entorno relevante
Qué es TRL 5:
El prototipo o sistema se prueba en un entorno relevante o simulado que representa las condiciones reales de operación (por ejemplo, en un banco de pruebas o entorno semiindustrial).
Qué no es TRL 5:
No es una demostración en condiciones reales de operación ni una prueba de campo, solo simulación o entorno controlado con parámetros realistas.
TRL 6 – Demostración del prototipo en entorno relevante
Qué es TRL 6:
Se demuestra un prototipo completo o modelo representativo en un entorno real o muy cercano a la realidad operativa. Por ejemplo, un piloto funcional que realiza las tareas esperadas en condiciones reales o cercanas.
Qué no es TRL 6:
No es todavía una producción o implementación industrial, ni un producto final listo para comercialización.
TRL 7 – Demostración del sistema en entorno operativo real
Qué es TRL 7:
El sistema o tecnología está probado en un entorno operativo real. Esto implica la validación en campo o en condiciones de uso final, con el prototipo funcionando como un producto comercial.
Qué no es TRL 7:
No es una producción en serie ni un producto lanzado al mercado, solo pruebas finales y ajustes.
TRL 8 – Sistema completo y calificado
Qué es TRL 8:
La tecnología está desarrollada, completada y certificada para su uso. Se han realizado todas las pruebas necesarias, está homologada y lista para producción comercial.
Qué no es TRL 8:
No es solo un prototipo o sistema piloto; implica ya la preparación para fabricación a escala y lanzamiento.
TRL 9 – Sistema probado en operación real
Qué es TRL 9:
La tecnología está totalmente implementada, operando de forma fiable en su entorno real y siendo usada comercialmente con éxito.
Qué no es TRL 9:
No es solo un producto desarrollado o certificado, sino que está en explotación comercial real y continua.
Esta clasificación permite a los organismos financiadores evaluar el riesgo tecnológico y determinar qué instrumentos financieros son más adecuados para cada fase.
¿Cuánto tiempo se tarda en avanzar entre niveles TRL?
Una de las preguntas más frecuentes, y menos documentadas, en el desarrollo tecnológico es cuánto tiempo se tarda en pasar de un TRL a otro. La respuesta, como es lógico, depende de múltiples factores: la complejidad de la tecnología, la disponibilidad de financiación, la capacidad técnica del equipo, la existencia de infraestructuras de validación, y las condiciones del mercado.
Sin embargo, es posible ofrecer una estimación general que sirva como orientación para startups y pymes tecnológicas:

Estas franjas pueden alargarse o acortarse según el tipo de tecnología (por ejemplo, software vs. hardware), la regulación aplicable (biotech, medtech, energía…), o la posibilidad de realizar ensayos en entornos reales. Además, algunos proyectos pueden avanzar más rápido si se apalancan en resultados previos, mientras que otros se ven ralentizados por la falta de acceso a infraestructuras o talento especializado.
Importante: Los organismos financiadores tienen en cuenta estos plazos al evaluar la viabilidad de un proyecto. Es clave no sobredimensionar la evolución tecnológica en un periodo corto, ya que eso puede generar escepticismo o rechazo en la evaluación.
¿Por qué los TRL son relevantes en la financiación pública?
Muchos programas públicos, especialmente los europeos (como Horizonte Europa, EIC Accelerator o Eurostars), así como los nacionales (CDTI, ENISA, PERTEs, etc.), requieren que las empresas indiquen el TRL inicial y final de sus proyectos. Esta información permite determinar si:
- El proyecto es elegible.
- El instrumento financiero es el adecuado (subvención, préstamo, equity).
- Se puede justificar el uso de fondos públicos en función del riesgo y la aplicabilidad tecnológica.
Por ejemplo, un proyecto que parte de un TRL 2 y llega hasta TRL 4 probablemente no tendrá impacto a corto plazo en el mercado, y por tanto, será más elegible para ayudas a fondo perdido destinadas a investigación. En cambio, un desarrollo que va de TRL 6 a 8 puede optar a programas más orientados a la validación precomercial, como el EIC Accelerator o determinadas líneas del CDTI PID o Misiones.
¿Cómo afectan los TRL a las startups tecnológicas?
Para las startups deep tech o basadas en conocimiento, como spin-offs universitarias, identificar y comunicar con precisión el TRL de su tecnología es fundamental para acceder a financiación pública y privada. Estas startups suelen comenzar su desarrollo en niveles bajos de madurez tecnológica, típicamente en TRL 2 o TRL 3, donde la tecnología está en fase de concepto o validación inicial en laboratorio.
En estas etapas tempranas, las opciones de financiación más adecuadas suelen ser subvenciones públicas orientadas a la I+D temprana, como los programas Neotec, Torres Quevedo o ERC Proof of Concept. También pueden beneficiarse de programas de transferencia tecnológica gestionados por universidades o centros tecnológicos, que facilitan la validación y desarrollo inicial del proyecto.
Un error común en este ámbito es la sobreestimación del TRL real para intentar ajustarse a los requisitos de una convocatoria de ayudas. Esto no solo pone en riesgo la elegibilidad del proyecto, sino que también puede provocar dificultades durante la ejecución y justificación ante las administraciones públicas, afectando la reputación y la confianza de la startup.
Para evitar estos problemas, las startups deben implementar un proceso riguroso de evaluación interna para identificar su TRL actual y el esperado tras el desarrollo propuesto. Esto puede lograrse mediante:
- Mapeo detallado de las actividades y resultados técnicos, comparándolos con los criterios formales de cada nivel TRL.
- Consultas con expertos técnicos y validadores externos que ayuden a objetivar la madurez tecnológica.
- Revisión de documentación técnica, prototipos y resultados experimentales para justificar el nivel asignado.
- Definición clara de hitos y entregables vinculados a la transición entre niveles TRL, para demostrar el avance tecnológico esperado durante el proyecto.
Esta evaluación realista permite a la startup seleccionar convocatorias y fuentes de financiación acordes con su grado de madurez, optimizando las probabilidades de éxito y asegurando un desarrollo sostenible y alineado con los objetivos del proyecto.
Cómo utilizar los TRL estratégicamente
Más allá de su función como herramienta de clasificación técnica, los TRL deben entenderse como una guía estratégica para la toma de decisiones en proyectos tecnológicos. Las startups, scaleups y empresas innovadoras que dominan esta lógica tienen una ventaja significativa a la hora de planificar su crecimiento, diseñar su financiación y estructurar su comunicación con stakeholders.
Uno de los principales usos estratégicos de los TRL es el mapeo de fases tecnológicas, lo que permite construir una hoja de ruta clara que conecte el estado actual del desarrollo con las metas finales de explotación comercial. Esta hoja de ruta puede, y debe, vincularse directamente a necesidades de financiación, calendario de desarrollo, milestones técnicos y validaciones esperadas.
Además, los TRL permiten alinear el tipo de ayuda pública con el riesgo inherente al desarrollo tecnológico. Esto facilita identificar las convocatorias adecuadas en cada fase: desde fondos de investigación para niveles bajos (TRL 1–3), hasta instrumentos de escalado y comercialización (TRL 7–9). No se trata solo de optar a más ayudas, sino de solicitar las ayudas correctas en el momento adecuado, lo que incrementa tanto la elegibilidad como la tasa de éxito.
Otro valor clave de esta herramienta es su utilidad para justificar la necesidad de financiación externa frente a entidades públicas o inversores privados. La claridad con la que se defina la evolución entre niveles TRL sirve para demostrar la viabilidad técnica del proyecto, así como el retorno esperado (tecnológico, social o económico) por parte de los financiadores.
Por último, la planificación basada en TRL facilita construir un discurso coherente ante inversores y organismos evaluadores. En el contexto actual, donde cada vez más procesos de due diligence incluyen la revisión del estado tecnológico real del proyecto, la transparencia sobre el TRL inicial y el objetivo final se ha convertido en una señal de madurez y profesionalidad.
Conclusión
Los TRL no son solo una escala técnica: son una herramienta transversal de gestión, planificación y financiación para cualquier empresa tecnológica. Utilizarlos correctamente permite mejorar la eficiencia del desarrollo, maximizar el impacto de las ayudas públicas y fortalecer la posición de la startup ante inversores, administraciones y socios industriales.
En un ecosistema cada vez más competitivo y regulado, entender y aplicar correctamente los TRL puede marcar la diferencia entre un proyecto financiable y uno descartado. En Intelectium, acompañamos a startups y empresas en este proceso, ayudándoles a definir con precisión su estado tecnológico, diseñar hojas de ruta sólidas y alinear su estrategia de financiación con sus necesidades reales de desarrollo.